Hay pelados que tientan al destino. Tal el caso de este comedor de knishes de papa. Se confió. Creyó que enganchar un felino lactófago y fermininófilo era cosa de todos los días. Y sobre todo, que el dinero nada tiene que ver con las contraprestaciones sexuales. Y ratoneó. Así contó como fue que el gatito piró a tomar leche a otro lado: "Un día le compré una cafetera muy conocida. No soy de hacer muchos
regalos, pero se la compré, en cuotas (todavía me falta pagar una).
Cuando se la di, ella me agradeció mucho, aunque me dijo '¡pero esta no
es la que viene con el cosito de la leche!'. Entonces el estúpido fue y
la cambió. Bah, fuimos juntos".
Hebreo y descabellado. Por ratón, Cayeta se quedó sin cajeta. |